INTERIORES

Luces que se quiebran, reflejos fragmentados, geometría espacial, arquitectura depurada e invasiva… La pintura de Ricardo Robles-Musso es, a un mismo tiempo, fascinante y metódica, figurativa y abstracta. En sus cuadros, el espacio arquitectónico interior lo ocupa todo, pero lejos de producirse el abigarramiento inherente al horror vacui, cada obra respira a través de las numerosas incursiones que el exterior protagoniza gracias a las filtraciones lumínicas. Al contemplar las piezas que componen Interiores resulta imposible no pensar en Richard Estes, máximo exponente de la pintura hiperrealista. La sorprendente pericia técnica que demostraba el artista norteamericano en cada una de sus obras encuentra en las de Robles-Musso un poderoso eco. No obstante, Estes solía hacer confluir en el espacio de sus lienzos interiores y exteriores, edificios y figuras humanas, mientras que Robles-Musso radicaliza la propuesta esencialista de su pintura al obviar cualquier tipo de personaje, así como al dedicar la totalidad de sus composiciones al interior de los espacios. Es cierto que el referente del pintor hiperrealista quizá sea el más directo a la hora de observar la pintura de Robles-Musso, pero también lo pueden ser otros más lejanos en el tiempo. Y es que los interiores invadidos por la luz exterior a través de ventanales, que se abren como generosos respiraderos al mundo, ya fueron protagonistas de obras tan intimistas y extraordinarias como las de Vilhelm Hammershøi, en la Dinamarca de fines del XIX e inicios del XX, o las de Johannes Vermeer, en la Holanda del XVII. Cuando nos adentramos en estas pinturas nos situamos en un apacible hábitat presidido por la serenidad y la belleza. Aquel creado por un artista capaz de conferir a sus obras un asombroso equilibrio entre la frialdad y la calidez, con el que nos hace sentir tan confortables y afortunados como en el más dichoso de los lugares.